(…) mostrad
con los hechos que la inteligencia no sólo no está menoscabada, sino que está
más bien estimulada y fortalecida por aquella fuente incomparable de
comprensión de la realidad humana, que es la Palabra de Dios; mostrad con
hechos que en torno a esta Palabra es posible construir una comunidad de
hombres y de mujeres (la universitas personarum de los orígenes) que llevan adelante su
investigación en los diversos campos y sectores, sin perder el contacto con los
puntos esenciales de referencia de una visión cristiana de la vida: una
comunidad de hombres y mujeres que buscan respuestas concretas a problemas
concretos; pero que están sostenidos por la gozosa conciencia de poseer juntos
la respuesta última a los problemas últimos; una comunidad de hombres y mujeres
que se esfuerzan, sobre todo, por encarnar en su existencia y en el ambiente
social del que forman parte, el anuncio de la salvación que han recibido de
quien es «la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9); una comunidad de hombres y mujeres que se
sienten comprometidos —con respeto también a la legítima autonomía de las
realidades terrenas creadas por Dios, dependientes de El y a El ordenadas— a
«grabar la ley divina en la vida de la ciudad terrena» (Gaudium et spes. 43).
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