“En la lámpara se necesita el aceite. No bastaría la lámpara si no estuviese dentro el aceite. Y por aceite se entiende esa dulce virtud pequeña de la humildad profunda... Las cinco vírgenes necias, gloriándose sólo y vanamente de la integridad y virginidad del cuerpo, perdieron la virginidad del alma, porque no llevaron consigo el aceite de la humildad... (ib.).
«Finalmente, es necesario que la lámpara esté encendida y que arda su llama: de otro modo no sería capaz de hacernos ver. Esta llama es la luz de la fe santísima. Digo la fe viva, porque dicen los santos que la fe sin las obras está muerta...» (ib.; cf. Cartas 79, 360).”
(de la Homilía del Beato Juan Pablo II en la Concelebración eucarística del VI centenario de la muerte de Santa Catalina de Siena- Basílica de San PedroMartes 29 de abril de 1980)
«Finalmente, es necesario que la lámpara esté encendida y que arda su llama: de otro modo no sería capaz de hacernos ver. Esta llama es la luz de la fe santísima. Digo la fe viva, porque dicen los santos que la fe sin las obras está muerta...» (ib.; cf. Cartas 79, 360).”
(de la Homilía del Beato Juan Pablo II en la Concelebración eucarística del VI centenario de la muerte de Santa Catalina de Siena- Basílica de San PedroMartes 29 de abril de 1980)
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