“La confirmación se
recibe una sola vez en la vida. Sin embargo, debe dejar una huella duradera:
precisamente porque sella indeleblemente el alma, jamás podrá reducirse a un
recuerdo lejano o a una evanescente práctica religiosa que se agota enseguida.
Por tanto, es necesario preguntarse cómo el encuentro sacramental y vital con
el Espíritu Santo que hemos recibido de las manos de los Apóstoles mediante la
confirmación, pueda y deba perdurar y arraigarse más profundamente
en la vida de cada uno de nosotros.”
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