“…no se puede olvidar a los que han abandonado el sacerdocio. El obispo no puede desentenderse tampoco de ellos: también tienen derecho a un puesto en su corazón de Padre. Sus dramas revelan a veces las negligencias en la formación sacerdotal. De ella forma parte una valiente corrección fraterna, cuando es necesaria, y también la disponibilidad del sacerdote para recibir una corrección así. Cristo ha dicho a sus discípulos: «Si tu hermano peca, vete y repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano» (Mt, 18,15)
Juan Pablo II ¡Levantaos! ¡Vamos! (p119), Editorial Sudamericana, 2004
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