jueves, 20 de marzo de 2014

El Cenáculo y el Espíritu Santo

 “Al hacerse hombre en su seno, por obra del Espíritu Santo, Dios Hijo entró en la historia del hombre para llevar este Espíritu a todo hombre y a la humanidad entera. La misión, cuyo comienzo bajo el corazón de la Virgen de Nazaret estuvo impulsado por la potencia del Altísimo, fue madurando durante todo el tiempo que estuvo oculto el Hijo de Dios, y luego a través de la viva palabra de su Evangelio y a través del sacrificio de la cruz y el testimonio de la resurrección, hasta aquel día en el Cenáculo…Era ése el día en que, no sólo María, sino toda la Iglesia, todo el Pueblo de la Nueva Alianza, recibía el Espíritu Santo y, junto con El, se hizo partícipe de la misión de su Señor resucitado y del Único Ungido (Mesías). Obteniendo la participación en su misión sacerdotal, profética y real, el Pueblo de Dios —es decir, la Iglesia— se hizo totalmente misionero”

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