martes, 28 de mayo de 2024

El cristianismo y los valores humanos

 

Es una convicción firme del cristianismo que los valores humanos únicamente pueden triunfar cuando se instaura un clima de amor del cual son necesaria expresión el respeto de los derechos de todos (tanto de cada ciudadano como de las diferentes categorías sociales), la tolerancia, la concordia y la misma justicia.

A esto sobre todo intenta contribuir la Iglesia mediante el apostolado, la educación y la caridad por medio de las parroquias, por las comunidades religiosas y por las instituciones libres fundadas por la generosa iniciativa de los católicos para el servicio del prójimo. Y me alegro de que esta acción, sumamente meritoria, haya sido y sea cada día más apreciada, requerida y sostenida por los ciudadanos.

(del discurso de Juan PabloII al Alcalde de Roma, 23 de diciembre de 1978)

viernes, 24 de mayo de 2024

Donde no hay justicia no puede haber paz

 Donde no hay justicia —¿quién no lo sabe?—, allí no puede haber paz, porque la injusticia es ya un desorden y sigue siendo verdadera la palabra del Profeta: «Opus iustitiae pax: La paz será obra de la justicia» (Is 32, 17). Igualmente, donde no se respetan los derechos humanos —me refiero a los derechos inalienables, inherentes al hombre en cuanto es hombre—, allí no puede haber paz, porque toda violación de la dignidad personal favorece el rencor y el espíritu de venganza. Y aún más, donde no hay la formación moral que favorezca el bien, allí no puede haber paz, porque es necesario vigilar siempre y frenar las tendencias deteriores que se anidan en el corazón.

lunes, 20 de mayo de 2024

Que significa colegialidad en la Iglesia

  

Colegialidad significa apertura recíproca y cooperación fraterna de los obispos al servicio de la evangelización, de la misión de la Iglesia. Una apertura y colaboración de este tipo son necesarias no sólo a nivel de Iglesias locales y de Iglesia universal, sino también a nivel de continentes, como lo atestigua la vitalidad de otros organismos regionales —si bien los estatutos sean algo diferentes— tales como el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM), o la Federación de Conferencias de Obispos de Asia (FABC), por citar sólo estas grandes Asambleas. 

(JuanPablo II en su discurso a los miembros del Consejo de Conferencias Episcopalesde Europa – 19 de diciembre de 1978)

viernes, 17 de mayo de 2024

Juan Pablo II a los futbolistas

 Queridos jóvenes, continuad dando lo mejor de vosotros mismos en las competiciones deportivas, acordándoos siempre de que los certámenes deportivos, aunque de por sí tan nobles, no deben ser un fin en sí mismos, sino estar subordinados a las exigencias mucho más nobles del espíritu. Por eso, mientras os repito: sed deportistas valerosos, os digo también: sed buenos ciudadanos en la vida familiar y social y, más aún, sed buenos cristianos, que sepan dar un sentido superior a la vida para poder poner en práctica lo que el Apóstol San Pablo decía a los atletas cristianos de su tiempo: «¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis, Y quien se prepara a la lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptible; mas nosotros, para alcanzar una incorruptible» (1Cor 9; 24-25).

(de laspalabras de Juan Palo II al equipo de futbol de Bolonia, Italia, 9 de diciembrede 1978)

martes, 14 de mayo de 2024

Juan Pablo II a los universitarios

 

(…) mostrad con los hechos que la inteligencia no sólo no está menoscabada, sino que está más bien estimulada y fortalecida por aquella fuente incomparable de comprensión de la realidad humana, que es la Palabra de Dios; mostrad con hechos que en torno a esta Palabra es posible construir una comunidad de hombres y de mujeres (la universitas personarum de los orígenes) que llevan adelante su investigación en los diversos campos y sectores, sin perder el contacto con los puntos esenciales de referencia de una visión cristiana de la vida: una comunidad de hombres y mujeres que buscan respuestas concretas a problemas concretos; pero que están sostenidos por la gozosa conciencia de poseer juntos la respuesta última a los problemas últimos; una comunidad de hombres y mujeres que se esfuerzan, sobre todo, por encarnar en su existencia y en el ambiente social del que forman parte, el anuncio de la salvación que han recibido de quien es «la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9); una comunidad de hombres y mujeres que se sienten comprometidos —con respeto también a la legítima autonomía de las realidades terrenas creadas por Dios, dependientes de El y a El ordenadas— a «grabar la ley divina en la vida de la ciudad terrena» (Gaudium et spes. 43).

(deldiscurso de Juan Pablo II a la Universidad Católica Italiana del SagradoCorazón en el centenario del nacimiento del Padre Agostino Gemelli – 8 dediciembre de 1978)

lunes, 13 de mayo de 2024

La santidad - En que consiste

 

La santidad consiste, primeramente, en vivir con convicción la realidad del amor de Dios, a pesar de las dificultades de la historia y de la propia vida.

La "santidad" consiste, además, en la vida de ocultamiento y de humildad: saberse sumergir en el trabajo cotidiano de los hombres, pero en silencio, sin ruidos de crónica, sin ecos mundanos. 

(del discurso de Juan Pablo II a la Congregación de San José (Josefinos de Murialdo) en el 150 aniversario del nacimiento de San Leonardo Murialdo)  1 de diciembre de 1978

sábado, 11 de mayo de 2024

El misterio del Adviento

 

El Adviento quiere decir, ante todo, venida. Y esto lo sabéis incluso los más pequeños que me escucháis, y recordáis bien la venida de Jesús la noche de Navidad en una gruta que se utilizaba para establo. Pero vosotros los jóvenes ya mayores, que seguís estudios superiores, os planteáis preguntas para ahondar cada vez más en la realidad fascinadora del cristianismo que es el Adviento. Resumiendo en pocas palabras lo que diré con más extensión en la segunda audiencia de esta mañana, el Adviento es la historia de las relaciones primeras entre Dios y el hombre. Apenas torna conciencia de su vocación sobrenatural el cristiano, recoge en su propia alma el misterio de la venida de Dios, y de esta realidad su corazón recibe constantemente impulso y vida, puesto que esta realidad no es otra cosa sino la misma vida del cristianismo.

Para comprender mejor el papel de Dios y del hombre en el misterio del Adviento, debernos volver a la primera página de la Sagrada Escritura, al Génesis, donde leemos estas palabras: "Beresit bara: Al principio creó Dios". Él, Dios, crea, "da comienzo" a todo lo que no es Dios, es decir, al mundo visible e invisible (según el Génesis, el cielo y la tierra). En este contexto el verbo "crea" manifiesta la plenitud del ser de Dios que se revela como Omnipotencia, que es Sabiduría y Amor a un tiempo.

(del discurso de Juan Pablo II a los jóvenes  durante el encuentro en la Basilica de San Pedro el 29 de noviembre de 1978)

lunes, 6 de mayo de 2024

El latín : lengua universal que traspasa las fronteras de las naciones

  (…) Nadie ignora que estos tiempos favorecen menos los estudios latinos, puesto que los hombres actuales son más propensos a las artes técnicas y dan más importancia a las lenguas vulgares. (…) el latín es una lengua universal que traspasa las fronteras de las naciones (…) el Concilio Vaticano II, con toda razón, advirtió a los alumnos de los seminarios: «Adquieran el conocimiento de la lengua latina, para que puedan entender las fuentes de no pocas ciencias y los documentos de la Iglesia» (Optatam totius, 13).

Así, pues, nos dirigimos principalmente a los jóvenes, quienes en este tiempo en el qué, como es sabido, los estudios de latín y humanidades están poco valorados en muchas partes, conviene que reciban gozosos este patrimonio del latín, que tanto estima la Iglesia, y lo hagan fructificar activamente. Sepan que este axioma de Cicerón, en cierto modo, se refiere a ellos: «No es tan admirable saber latín, como vergonzoso ignorarlo» (Brutus, 37, 140).

viernes, 3 de mayo de 2024

«La libertad de asistencia».

 

Este tema —tan delicado y tan vivo— ha de ser afrontado por el jurista, sin duda, en toda su com­pleja problemática jurídica (constitucionalista, técnico-legislativa, filosófico-jurídica), pero no puede ser estudiado adecuadamente sin tener presente el proyecto de sociedad que se quiere realizar y, antes todavía, la visión de la persona humana —de sus derechos fundamentales y de sus libertades— que califica al mismo proyecto de sociedad.

(…)

La sociedad está hecha para el hombre. Hominis causa omite ius constitutum est. La sociedad con sus leyes está puesta al servicio del hombre; la Iglesia está fundada por Cristo para la salvación del hombre (cf. Lumen gentium, 48: Gaudium et spes. 45). Por esto, también la Iglesia tiene que decir su palabra respecto a esta materia.

Y, ante todo, debe decir que el problema de la «libertad de asistencia» en un Estado moderno, que quiera ser democrático, entre de lle­no en el más amplio planteamiento de los derechos del hombre, de las libertades civiles y de la misma libertad religiosa.

Este (el Estado) debe asegurar a todos sus miembros la posibilidad de un pleno desarrollo de su persona. Esto exige que, a quienes se encuentran en condiciones de necesidad y de carencia por enfermedad, pobreza, insuficiencias de diverso género, les sean ofrecidos los servicios y ayudas que reclama su situación peculiar. Esto es una obligación de solidaridad por parte de cada ciudadano, antes que una obligación de justicia por parte del Estado.

(Juan Pablo II en  discurso a  la Union de Juristas católicos italianos el 25 de noviembre de 1978)

 

La vocación religiosa – las fuentes

 

La vocación religiosa es un gran problema de la Iglesia de nuestro tiempo. Precisamente por esto es necesario, ante todo, reafirmar con fuerza que ella pertenece a la plenitud espiritual que el mismo Espíritu —espíritu de Cristo— suscita y forja en el Pueblo de Dios. Sin las Órdenes religiosas, sin la "vida consagrada", por medio de los votos de castidad, pobreza y obediencia, la Iglesia no sería en plenitud ella misma. Los religiosos, en efecto, "con la misma naturaleza de su ser, se sitúan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad. Ellos son testigos de esta santidad. Encarnan a la Iglesia en cuanto deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Con su vida son signo de la total disponibilidad para con Dios, para con la Iglesia y para con los hermanos" (Evangelii nuntiandi, 69). Aceptando este axioma, debemos preguntarnos, con toda perspicacia, cómo debe ser ayudada hoy la vocación religiosa para tomar conciencia de sí misma y para madurar cómo debe "funcionar" la vida religiosa en el conjunto de la vida de la Iglesia contemporánea. Siempre estamos buscando —y con toda razón— una respuesta a esta pregunta. La encontramos:

a) en las enseñanzas del Concilio Vaticano II;

b) en la Exhortación Evangelii nuntiandi;

c) en las numerosas declaraciones de los Pontífices, de los Sínodos y de las Conferencias Episcopales.

(Del discurso de JuanPablo II a los superiores generales de órdenes y congregaciones religiosas – 24 denoviembre de 1978)

jueves, 2 de mayo de 2024

Valorar las tradiciones de cada Iglesia

 

Cada tradición debe valorar y amar a las otras. El ojo no puede decir a la mano «no tengo necesidad de ti»; porque si todos fueran un órgano único, ¿existiría el cuerpo? (cf. 1 Cor 12, 19-21). La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y las diferentes partes del cuerpo están dedicadas a servir al bien del todo, y a colaborar con cada una de las otras para tal fin.

Cada tradición individual debe prestar contribución peculiar al bien del conjunto. La comprensión de la fe de cada una se profundiza a través de las obras de los Padres y escritores espirituales de las otras; a través de riquezas teológicas transparentadas en la liturgia de las demás, tal y como se han ido desarrollando durante siglos bajo la guía del Espíritu Santo y de la autoridad eclesiástica legítima; y a través de los modos de vivir los otros la fe que han recibido de los Apóstoles. Cada una puede encontrar estímulo en los ejemplos de celo, fidelidad y santidad que les presenta la historia de las otras.

El Concilio Vaticano II declaró que «conocer, venerar, conservar y favorecer el riquísimo patrimonio litúrgico y espiritual de las Iglesias orientales es de la máxima importancia para conservar fielmente la plenitud de la tradición cristiana» (Unitatis redintegratio, 15). El Concilio declaró también que «todo este patrimonio (de las Iglesias orientales) espiritual y litúrgico, disciplinar y teológico, en sus diversas tradicio­nes, pertenece a la plena catolicidad y apostolicidad de la Iglesia» (ib., 17).

Yo quisiera que cada miembro de la Iglesia católica estimara la propia tradición. «Es deseo de la Iglesia católica que las tradiciones de cada Iglesia particular o rito se conserven y mantengan íntegras, a la vez que adaptan su propia forma de vida a las diferentes circunstancias de tiempo y lugar» (Orientalium Ecclesiarum, 2). Vosotros y las Iglesias que presi­dís deberíais guardar de común acuerdo la propia herencia y transmi­tirla en toda su integridad a las generaciones futuras.

(deldiscurso de Juan Pablo II a los Obispos de Rito Bizantino de Estados Unidos envisita “Ad limina Apostolorum” el 23 de noviembre de 1978)

miércoles, 1 de mayo de 2024

Juan Pablo II a los jóvenes sobre la templanza y la sobriedad

 

(…) esta virtud cardinal os es necesaria de modo particular a vosotros, que os encontráis en ese período maravilloso y delicado en que vuestra realidad bio-síquica crece hasta la madurez perfecta, para llegar a ser física y espiritualmente capaces de afrontar las alternas vici­situdes de la vida. con sus más variadas exigencias.

Moderado es quien no abusa de la comida, la bebida o el placer; el que no toma bebidas alcohólicas inmoderadamente, no enajena la propia conciencia mediante el uso de estupefacientes, etc. En nosotros podemos imaginar un "yo inferior" y un "yo superior". En nuestro "yo inferior" viene expresado nuestro cuerpo con sus necesidades, deseos y pasiones de naturaleza sensible. La virtud de la templanza garantiza al hombre el dominio del "yo superior" sobre el 'yo inferior". ¿Acaso se trata en este caso de una humillación, de un menoscabo para nuestro cuerpo? ¡Al contrario! Este dominio le da mayor valor, lo sublima.

El hombre moderado es el que es dueño de sí; aquel en el que las pasiones no predominan sobre la razón, sobre la voluntad e incluso sobre el "corazón". Comprendemos, por tanto, que la virtud de la templanza es indispensable para que el hombre sea plenamente hombre, para que el joven sea auténticamente joven. El espectáculo triste y bochornoso de un alcoholizado o un drogado, nos hace comprender claramente cómo "ser hombre quiere decir en primer lugar respetar la propia dignidad, o sea, dejarse guiar por la virtud de la templanza.

Dominarse a sí mismo y dominar las pasiones propias, no significa en absoluto hacerse insensibles o indiferentes; la templanza de que hablarnos es una virtud cristiana, que aprendernos en las enseñanzas y en los ejemplos de Jesús, y no en la llamada moral "estoica".

La templanza exige de cada uno de nosotros una humildad específica en relación con los dones que Dios ha puesto en nuestra naturaleza hu­mana. Hay la "humildad del cuerpo" y la "del corazón". Esta humildad es condición necesaria para la armonía interior del hombre, para su belleza interior. Reflexionad bien sobre esto vosotros, jóvenes que os encontráis precisamente en la edad en la cual se tiene tanto afán de ser hermosos o hermosas para agradar a los otros. Un joven, una joven, deben ser hermosos ante todo y sobre todo interiormente. Sin esta belleza interior, todos los demás esfuerzos dedicados sólo al cuerpo no harán —ni de él ni de ella— una persona verdaderamente hermosa.

 (de la alocución de  Juan Pablo II en el encuentro con los jóvenes en la Basilica de San Pedro 22 de noviembre de 1978)