“Existe la tentación de
cerrar las puertas, de negar la acogida e, incluso, de permanecer indiferentes
y acostumbrarse a la situación desesperada y a la muerte lenta de millones de
refugiados, cuya presencia constituye un signo evidente de incapacidad de
dominar la violencia y de ruptura de la fraternidad.”
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