“El hombre es ciertamente libre, desde el momento en que puede
comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia,
porque puede comer «de cualquier árbol del jardín». Pero esta libertad no es
ilimitada: el hombre debe detenerse ante el árbol de la ciencia del bien y del mal, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En
realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en
esta aceptación. Dios, el único que es Bueno, conoce perfectamente lo que es
bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los
mandamientos.”
Libertad
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