“El trabajo, que
representa una característica específica del hombre y una dimensión fundamental
de su existencia terrena, entra en el proyecto de Dios que, al crear al hombre
a su imagen, le dio el mandato de someter, de dominar la tierra (cf. Gén
1, 28). La Palabra de Dios nos ofrece lo que en mi Encíclica Laborem exercens he
llamado el "Evangelio del trabajo", ese anuncio de alegría y
salvación que proclama al hombre como fundamento y fin del trabajo.”
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