“Lo importante es
alimentar con abundancia un constante amor hacia la Palabra de Dios: tanto a la
personal, encarnada en Jesucristo, como a la literaria, depositada en la
Sagrada Escritura. Es necesario meditar y profundizar en esta Palabra cada vez
más, diría que con pasión, según las perspectivas de las disciplinas
teológicas, y luego, sobre este fundamento seguro, hecho parte de nosotros
mismos, estudiar los mejores modos para anunciarla y dar testimonio de ella
eficazmente a los hombres de nuestro tiempo. Sed de estos ministros, de la
Palabra (cf. Act 6, 4), y cultivad una incesante actitud de oración,
porque "nuestra suficiencia viene de Dios" (2 Cor 3, 5).”
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