“No sólo el mundo, sino
también el hombre mismo ha sido confiado a su propio cuidado y
responsabilidad. Dios lo ha dejado «en manos de su propio albedrío»
(Si 15, 14), para que busque a su creador y alcance
libremente la perfección. Alcanzar significa edificar personalmente en sí mismo esta
perfección. En efecto, igual que gobernando el mundo el hombre
lo configura según su inteligencia y voluntad, así realizando actos moralmente
buenos, el hombre confirma, desarrolla y consolida en sí mismo la semejanza con
Dios.”
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