“Precisamente porque
Cristo es el centro de todo en la historia y en el cosmos, y porque nadie
"va al Padre sino por Él" (cf. Jn 14, 6), podemos dirigirnos a
las otras religiones con una actitud tejida al mismo tiempo de sincero respeto
y de fervoroso testimonio de Cristo en el que creemos. Pues en ellas están los
"semina Verbi", los "rayos de la única verdad" de que
hablaban ya los primeros Padres de la Iglesia, que vivían y trabajaban en medio
del paganismo, y a los que hace referencia el Concilio Vaticano II, tanto en la
Declaración Nostra
aetate (n. 2), como en el Decreto Ad
gentes (nn. 11, 18). Conocemos cuáles son los limites de esas
religiones, pero eso no quita en absoluto que haya en ellas valores y cualidades
religiosas, incluso insignes (cf. Nostra
aetate, 2). “
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