“El pecado pues, aun conservando su esencial carácter de acto
personal, posee al mismo tiempo una dimensión social, de lo cual hablé
en le Exhortación Apostólica postsinodal sobre la reconciliación y la
penitencia, publicada en 1984. Tal como escribía en ese documento, "hablar
de pecado social quiere decir, ante todo, reconocer que, en virtud de una
solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el
pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás. Es esta la otra
cara de aquella solidaridad que, a nivel religioso, se desarrolla en el
misterio profundo y magnífico de la Comunión de los Santos, merced a la cual se
ha podido decir que "toda alma que se eleva, eleva al mundo". A
esta ley de la elevación corresponde, por desgracia, la ley de descenso,
de suerte que se puede hablar de una comunión del pecado, por el que un
alma que se abaja por el pecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo,
al mundo entero" (Reconciliatio
et Paenitentia, 16: L'Osservatore Romano, Edición en Lengua
Española, 16 de diciembre de 1984, pág. 9).”
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