“la catequesis es, por así decirlo, signo infalible de la vida de la Iglesia y fuente inagotable de su vitalidad.
La catequesis debe ser, pues, objeto de un trabajo sistemático y de una colaboración. Aún cuando deba llegar primariamente a aquellos a quienes se dirige sobre todo, esto es, a los niños y a los jóvenes, sin embargo no puede limitarse sólo a ellos. Es y será siempre condición de una catequesis eficaz de los niños y de los jóvenes la catequesis de los adultos, en varias formas, en distintos niveles, y en diversas ocasiones. Esto es importante sobre todo si se tiene presente el deber de catequizar propio de la familia, o si se considera el desarrollo de la problemática de la fe y de la moral. Efectivamente deben afrontarla especialmente los adultos cual cristianos auténticos y maduros.”
La catequesis debe ser, pues, objeto de un trabajo sistemático y de una colaboración. Aún cuando deba llegar primariamente a aquellos a quienes se dirige sobre todo, esto es, a los niños y a los jóvenes, sin embargo no puede limitarse sólo a ellos. Es y será siempre condición de una catequesis eficaz de los niños y de los jóvenes la catequesis de los adultos, en varias formas, en distintos niveles, y en diversas ocasiones. Esto es importante sobre todo si se tiene presente el deber de catequizar propio de la familia, o si se considera el desarrollo de la problemática de la fe y de la moral. Efectivamente deben afrontarla especialmente los adultos cual cristianos auténticos y maduros.”
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