“Donde está la vida, está el espíritu de Dios Creador, está su impronta, el sello de su amor. Cada uno de los seres humanos, desde el momento en que es concebido bajo el corazón de la madre, lleva en sí esta impronta divina, que hace de él un sujeto capaz de abrirse responsablemente a Dios y a los hermanos.
No lo olvidemos: cuando se viola el derecho a la vida de una persona, se asesta un golpe al corazón mismo del orden moral y jurídico, que tiene como finalidad la tutela de los bienes inviolables del hombre. La Iglesia defiende el derecho a la vida, no sólo por respeto a la majestad de Dios, primer Dador de toda vida sino también por respeto al bien esencial del hombre.”
No lo olvidemos: cuando se viola el derecho a la vida de una persona, se asesta un golpe al corazón mismo del orden moral y jurídico, que tiene como finalidad la tutela de los bienes inviolables del hombre. La Iglesia defiende el derecho a la vida, no sólo por respeto a la majestad de Dios, primer Dador de toda vida sino también por respeto al bien esencial del hombre.”
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