“Nadie que se precie del nombre de cristiano puede despreciar
o discriminar por motivos de raza o cultura. El apóstol Pablo nos amonesta al
respecto: “Porque en un mismo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no
formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres” (1Co 12,
13).”
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