“En ningún sitio
condena Cristo la mera posesión de bienes terrenos en cuanto tal. En cambio
pronuncia palabras muy duras contra los que utilizan los bienes egoístamente,
sin fijarse en las necesidades de los demás. El Sermón de la Montaña comienza
con estas palabras: "Bienaventurados los pobres de espíritu". Y al
final de la narración del juicio final tal como lo hallamos en el Evangelio de
San Mateo, Jesús dice estas palabras que todos conocemos muy bien: "Porque
tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui
peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y
en la cárcel, y no me visitasteis"(Mt 25, 42-43).”
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