“La oración ennoblece, dignifica al cristiano, poniéndolo en sintonía de sumisión y de gratitud a Dios, que se ha dado todo a los hombres, haciéndonos partícipes, mediante su Hijo, de su misma vida divina.¿Puede haber comunicación más grande y más íntima? Por la oración personal, por la oración hecha en el hogar y más aún por la oración litúrgica el hombre renace cada día, a medida que va asimilando y dando vida en su conducta a los dones divinos, hasta convertirle de veras en familiar próximo, en hijo de Dios. Orar es hacer familia, edificar comunidad, entroncarse saludablemente en la nueva y definitiva Alianza, sellada por Cristo en el sacramento del amor: la Eucaristía.”
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