“Durante la Cuaresma oímos frecuentemente las palabras: oración, ayuno, limosna…Acaso convenga decir enseguida que aquí no se trata sólo de “prácticas” pasajeras, sino de actitudes constantes que dan una forma duradera a nuestra conversión a Dios.
La Cuaresma, como tiempo litúrgico, dura sólo 40 días al año: en cambio, debemos tender siempre a Dios; esto significa que es necesario convertirse continuamente. La Cuaresma debe dejar una impronta fuerte e indeleble en nuestra vida. Debe renovar en nosotros la conciencia de nuestra unión con Jesucristo, que nos hace ver la necesidad de la conversión y nos indica los caninos para realizarla. La oración, el ayuno y la limosna son precisamente los caminos que Cristo nos ha indicado.”
(Juan Pablo II – Audiencia general 14 de marzo de 1979)
La Cuaresma, como tiempo litúrgico, dura sólo 40 días al año: en cambio, debemos tender siempre a Dios; esto significa que es necesario convertirse continuamente. La Cuaresma debe dejar una impronta fuerte e indeleble en nuestra vida. Debe renovar en nosotros la conciencia de nuestra unión con Jesucristo, que nos hace ver la necesidad de la conversión y nos indica los caninos para realizarla. La oración, el ayuno y la limosna son precisamente los caminos que Cristo nos ha indicado.”
(Juan Pablo II – Audiencia general 14 de marzo de 1979)
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