“En el sur del mundo, -aunque no sólo allí- mucha gente que vive en la pobreza más impresionante carece a menudo de esa fuente de consolación que es el conocimiento del Evangelio, porque no hay suficientes apóstoles y evangelizadores. En el norte del planeta -aunque no sólo allí- hay quien sufre otro tipo de pobreza: hombres y mujeres que, olvidando el Evangelio recibido, están privados de la verdad y de la alegría auténtica. Aunque parezcan satisfechos, son profundamente infelices. Otros viven al día. Quisieran ser más, valer más y dar más, pero nadie los invita a la viña (cf. Mt 20, 1), nadie los ayuda a crecer. «La mies es mucha», dijo Jesús entonces, y lo repite aún hoy. Muchos son los que esperan la salvación, pero «los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38)”
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