sábado, 28 de mayo de 2011

« Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo » (Gn 4, 10).

“No es sólo la sangre de Abel, el primer inocente asesinado, que clama a Dios, fuente y defensor de la vida. También la sangre de todo hombre asesinado después de Abel es un clamor que se eleva al Señor.”
(Beato Juan Pablo II Enciclica Evangelium vitae, ap. 25)

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