“No es sólo la sangre de Abel, el primer inocente asesinado, que clama a Dios, fuente y defensor de la vida. También la sangre de todo hombre asesinado después de Abel es un clamor que se eleva al Señor.”
(Beato Juan Pablo II Enciclica Evangelium vitae, ap. 25)
(Beato Juan Pablo II Enciclica Evangelium vitae, ap. 25)
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