Vivimos en un mundo difícil donde la angustia de
ver que las mejores realizaciones del hombre se le escapan y se vuelven contra
él[99], crea un clima de incertidumbre. Es en este mundo donde la
catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio
de todos, «luz» y «sal»[100]. Ello exige que la catequesis les dé firmeza en su propia
identidad y que se sobreponga sin cesar a las vacilaciones, incertidumbres y
desazones del ambiente.
(Papa
Juan Pablo II Exhortación apostólica Catechesi Tradendae)
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