“Cuando hablamos de
derecho a la vida, a la integridad física y moral, al alimento, a la vivienda,
a la educación, a la salud, al trabajo, a la responsabilidad compartida en la
vida de la nación, hablamos de la persona humana. Es esta persona humana la que
la fe nos hace reconocer como creada a imagen de Dios y destinada a una meta
eterna. Es esta persona la que se encuentra frecuentemente amenazada y
hambrienta, sin vivienda ni trabajo decentes, sin acceso al patrimonio cultural
de su pueblo o de la humanidad y sin voz para hacer oír sus angustias. A la
gran causa del pleno desarrollo en la solidaridad deben dar nueva vida aquellos
que en uno u otro grado ya gozan estos bienes, para el servicio de todos
aquellos —y son todavía tantos en vuestro continente— que están privados de
ellos en medida a veces dramática.”
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