“Abandonada la idea de
una verdad universal sobre el bien, que la razón humana puede conocer, ha
cambiado también inevitablemente la concepción misma de la conciencia: a ésta
ya no se la considera en su realidad originaria, o sea, como acto de la
inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien
en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta
que hay que elegir aquí y ahora; sino que más bien se está orientado a conceder
a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los
criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide
con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su
verdad, diversa de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a sus
extremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza
humana.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario