Construir la “utopía” de un mundo nuevo, más justo y humano.
“La sociedad actual tiene bastante afinidad con aquella en la que se
abrió paso la primera predicación del Evangelio. Nos sentimos, como muchos
hombres de aquella época, aprisionados en nuestra impotencia, sumergidos en
múltiples ofertas de salvación que vemos como no definitivas y engañosas. Pero,
como sucedió a los hombres de aquella antigua generación, desde la experiencia
de nuestra limitación tenemos hoy la vivencia de que un don que nos desborda,
una misericordia sumamente acogedora, puede salvarnos en plenitud,
ofreciéndonos la gratuidad de su amor.” Sí, Cristo —el Hijo de Dios vivo—
confiere toda su grandeza a nuestro ser personal, es el garante de lo que
pensamos y queremos ser, es quien posibilita vivir la vida con dignidad y
ponerla a disposición de los otros, para ayudarles a dignificarse más; quien
avala las genuinas aportaciones de las ciencias y los saberes humanos, y los
proyecta a horizontes más amplios; quien nos hace capaces de enfrentarnos sin
temor ante el futuro, empeñados en construir la “utopía” de un mundo nuevo, más
justo y humano.”
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