“Nunca podrán olvidar los cristianos que deben ser “fermento y
alma de la sociedad” y que en las tareas temporales “la propia fe es un motivo
que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación
personal de cada uno”.
(de la Homilía
de Juan Pablo II en la Misa en Barcelona -, 7 de noviembre de
1982)
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