“Por su misma dinámica
intrínseca la empresa está llamada a realizar, bajo vuestro impulso, una
función social —que es profundamente ética—: la de contribuir al perfeccionamiento
del hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las condiciones
que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que se desarrollan las
capacidades personales, se consiga una producción eficaz y razonable de bienes
y servicios, y se haga al obrero consciente de trabajar realmente “en algo
propio”.”
VIAJE
APOSTÓLICO A ESPAÑA (del Encuentro
de Juan Pablo II con trabajadores y empresarios - Barcelona, domingo 7
de noviembre de 1982)
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