“Los obispos,
orando y trabajando por su pueblo, difunden de muchas maneras y con abundancia
la plenitud de la santidad de Cristo” (Lumen Gentium,
26). Esta función de santificador es inherente a la misión de los obispos.
Ellos son por vocación “perfectores” (Cfr. Christus
Dominus, 15). Es decir, el obispo es alguien que, madurado en la
vida evangélica y en la imitación de Jesucristo, arrastra a otros y les ayuda a
caminar hacia la misma madurez. O, más precisamente, alguien que, con el
ejemplo y el testimonio, la palabra, la oración y los sacramentos, comunica a
otros la plenitud de la vida en Cristo que trata de tener en sí mismo.”
VIAJE
APOSTÓLICO A ESPAÑA (del discurso de Juan Pablo II a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de
España - Madrid, domingo 31 de octubre de 1982)
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