“El sacramento de la penitencia, en el designio de Dios, constituye un medio singularmente eficaz en ese esfuerzo de crecimiento espiritual de que nos ha hablado el Apóstol Pablo. Es un medio indispensable por disposición divina -al menos en el deseo sincero de recibirlo- para el fiel que, habiendo caído en pecado grave, quiera retornar a la vida de Dios. Pero la Iglesia, a lo largo de los siglos, interpretando la voluntad de Cristo, ha exhortado siempre a los creyentes a acercarse con frecuencia a este sacramento (cf. Catechismo Romano del Concilio di Trento, Ciudad del Vaticano, 1946, págs. 239; 242), incluso para que sean perdonados los pecados sólo veniales.” (de la Audiencia General del Papa Juan Pablo II Miércoles 11 de abril de 1984)
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