(…) a la vez que fijamos
nuestra mirada en Cristo que instituye la Eucaristía, tomemos nuevamente
conciencia de la importancia de los presbíteros en la Iglesia y de su unión con
el Sacramento eucarístico. En la Carta que he escrito a los sacerdotes
para este día santo he querido repetir que el Sacramento del altar es don
y misterio, que el sacerdocio es don y misterio, pues ambos brotaron del
Corazón de Cristo durante la última Cena.
Sólo una Iglesia enamorada de la Eucaristía engendra,
a su vez, santas y numerosas vocaciones sacerdotales. Y lo hace
mediante la oración y el testimonio de santidad, dado
especialmente a las nuevas generaciones.
(de la homilía de Juan Pablo II en la Santa
Misa “In Cena Domini” 2004)