“Quien “vive según la carne” siente la ley de Dios como un peso, más aún, como una negación o de cualquier modo, como una restricción de la propia libertad. En cambio quien está movido por el amor y “vive según el Espíritu” (Gál 5,16) y desea servir a los demás, encuentra en la ley de Dios el camino fundamental y necesario para practicar el amor libremente elegido y vivido. Más aún siente la urgencia interior – una verdadera y propia necesidad, y no ya una constricción – de no detenerse ante las exigencias mínimas de la Ley, sino de vivirlas en su plenitud.”
(Santo Padre Juan Pablo II Encíclica Veritatis Splendor)
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