“Cristo ha atribuido una enorme importancia al niño. Le ha hecho una especie de portavoz de la causa por Él proclamada y por la que dio su propia vida. Le ha hecho el más sencillo representante de esa causa, casi como un profeta. El valor del niño en toda sociedad está en el hecho de que testimonia la inocencia ideada, por el Creador y Padre celestial, para el hombre. Perdida con el pecado, esa inocencia debe ser reconquistada por cada uno de nosotros con fatiga. En esa fatiga, en ese esfuerzo del entendimiento, de la voluntad y del corazón la imagen del niño es para el hombre inspiración y manantial de esperanza. Dios que, como Padre, nos llama a todos a su propia casa, nos ayudará a adquirir nuevamente la inocencia infantil.”
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