“La llamada de Cristo a abrirse “al otro”, al “hermano”, precisamente al hermano, tiene un radio de extensión siempre concreto y siempre universal. Mira a cada uno por que se refiere a todos. La medida de este abrirse no es sólo —y no es tanto— la cercanía del otro, cuanto precisamente sus necesidades: tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo, en la cárcel, enfermo... Respondamos a esta llamada buscando al hombre que sufre, siguiéndolo hasta más allá de las fronteras de los Estados y continentes. De este modo se crea —a través del corazón de cada uno de nosotros— esa dimensión universal de la solidaridad humana”
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