“América está llamada a ser “continente de la esperanza misionera”. Debe y podrá serlo si renueva “su inspiración más profunda, la que le viene directamente del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda creatura! ¡Hasta los confines de la tierra!” (Evangelii Nuntiandi, 50). Debe y podrá serlo enviando, desde su pobreza, mensajeros que anuncien a todas las gentes el “Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree..., porque en él se revela la justicia de Dios” (Rm. 1, 16-17).”
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