“Esta dimensión de paz, es la dimensión más profunda, que sólo Cristo puede dar al hombre. Es la plenitud de la paz, radicada en la reconciliación con Dios mismo. La paz interior que comparten los hermanos mediante la comunión espiritual. Esta paz es la que nosotros imploramos antes que ninguna otra cosa. Pero conscientes de que "el mundo" por sí solo —el mundo después del pecado original, el mundo en pecado— no puede darnos esta paz, la pedimos al mismo tiempo para el mundo. Para el hombre en el mundo. Para todos los hombres. Para todas las naciones de lengua, cultura o razas diversas. Para todos los continentes. La paz es la primera condición del progreso auténtico. La paz es indispensable para que los hombres y los pueblos vivan en libertad.”
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