“La conversión a Dios es el eterno camino de la liberación del hombre. Es el camino de volverse a encontrar a sí mismo en la verdad plena de la propia vida y de las propias obras.”
(de la Homilía del Beato Juan Pablo II durante la Misa del Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina, 20 de febrero de 1980)
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