“La vocación del cristiano se realiza sustancialmente, además de en la vida de gracia, en el testimonio de amor y de solidaridad, que requiere obviamente una apertura a los demás, acogidos como tales, y apremia a salir de sí mismos, de los propios miedos y defensas de la tranquilidad del bienestar propio, para comunicar y al mismo tiempo construir un tejido de relaciones recíprocas, orientadas al bien espiritual, moral y social de todos.”
(de la Homilía del Beato Juan Pablo II en la visita pastoral a la parroquia romana de San Timoteo - Domingo 10 de febrero de 1980)
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