“Todo trabajo es digno de estima, incluso el trabajo manual, el trabajo ignorado y oculto, humilde y fatigoso, porque todo trabajo, si se interpreta de modo preciso, es un acto de alianza can Dios para el perfeccionamiento del mundo; es un esfuerzo para la liberación de la esclavitud de las fuerzas de la naturaleza; es un gesto de comunión y de fraternidad con los hombres; es una forma de elevación, donde se aplican las capacidades intelectivas y volitivas. ¡Jesús mismo, el Verbo divino que se encarnó por nuestra salvación, quiso ante todo y durante muchos años ser un humilde y solícito trabajador!”
(de la Audiencia General del Beato Juan Pablo II - Martes 1 de mayo de 1984)
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