Existe un concepto
cristiano del trabajo, de la vida familiar y social que encierra grandes
valores y que reclama criterios y normas morales que orienten a quien cree en
Dios y en Jesucristo, para que el trabajo se realice como una verdadera
vocación de transformación del mundo, en un espíritu de servicio y de amor a
los hermanos, para que la persona humana se realice aquí mismo y contribuya a
la humanización creciente del mundo y de sus estructuras.
El trabajo no es una maldición,
es una bendición de Dios que llama al hombre a dominar la tierra y a
transformarla, para que con la inteligencia y el esfuerzo humano continúe la
obra creadora y divina..
(del discurso de Juan Pablo II a los obreros deGuadalajara, México, 30 de enero de 1979)
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