Dios que es verdad y es amor se nos ha manifestado en la historia de la creación y en la historia de la salvación: una historia incompleta aún, la de la humanidad, que “aguarda impaciente a que se revele lo que es ser hijos de Dios” (cf Rm 8, 18). El mismo Dios nos ha escogido, nos ha llamado para infundir nueva fuerza en esa historia, ahora ya sabiendo que la salvación “es don de Dios, no viene de las obras, y que somos hechura suya, creados en Cristo Jesús” (Ef 1, 8-10). Una historia que es en los designios de Dios, también la nuestra, porque nos quiere obreros en su viña (cf. Mt 20, 1-16), nos quiere embajadores suyos para salir al encuentro de todos e invitarlos a entrar en su banquete (cf. ib., 22, 1-14), nos quiere samaritanos, que usan misericordia con el prójimo desvalido (cf. Lc 10, 30ss.).
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