La
educación católica consiste sobre todo en comunicar a Cristo, en coadyuvar a que se forme Cristo en la
vida de los demás. Como dice el Concilio Vaticano II, los que han sido
bautizados deben hacerse más conscientes cada día del don de la fe recibida,
aprender a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad, formándose para vivir
según el hombre nuevo en justicia y en la santidad de la verdad (cf. Gravissimum educationis, 2). Estos son sin duda alguna objetivos esenciales de la
educación católica. El proponérselos e impulsarlos da sentido a la escuela
católica, y pone en evidencia la dignidad de la vocación del educador católico.
Sí, se trata ante todo de comunicar a Cristo y ayudar a que su Evangelio
ennoblecedor eche raíces en el corazón de los creyentes. Por ello, sed fuertes
al perseguir estos objetivos. La causa de la educación católica es la causa de
Jesucristo y de su Evangelio al servicio del hombre.
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