El criterio más válido de autenticidad sacerdotal en la semejanza con Cristo, "Buen Pastor" y el modo más eficaz de actualizar una presencia "significativa" entre los hombres de hoy, en el compromiso de ofrecer a los otros el testimonio de una personalidad sacerdotal que sea para todos "un claro y límpido signo a la vez que una indicación" ……., no es cediendo a las sugestiones de un fácil aseglaramiento expresado o en el abandono del traje eclesiástico o en la asimilación de costumbres mundanas o tomando un oficio profano; no es éste el camino para acercarse eficazmente al hombre de hoy. Esta asimilación quizá podría dar la impresión, a primera vista, de una facilidad de contacto; pero, ¿para qué valdría, si hubiese de ser "pagada" con la pérdida de la función específica evangelizadora y santificadora que hace del sacerdote la sal de la tierra y la luz del mundo? El peligro de que la sal se vuelva insípida o de que la luz sea sofocada, ya lo admitió claramente como hipótesis Jesús en el Evangelio (Mt 5, 13-16). ¿Para qué serviría un sacerdote "asimilado" al mundo de tal forma que se convirtiera en elemento disfrazado del mismo y no ya en fermento transformador?
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