Sed
artífices de concordia y de paz. En este tiempo caracterizado, en tan gran parte, por las divisiones
sociales y por tantas formas de violencia, es necesario que deis testimonio
ante el mundo de fraternidad cristiana en el ambiente donde vivís y trabajáis.
Es necesario un compromiso decidido por la construcción de un mundo más humano,
más justo, más solidario. Con esto no se quiere negar la legítima defensa de
los derechos inalienables, como tampoco la promoción económica y social de los
trabajadores menos favorecidos y menos retribuidos, y especialmente de los más
humildes, más pobres, más necesitados y más oprimidos. Aún más, aprovecho
gustosamente esta ocasión para deplorar, de nuevo, situaciones que no
corresponden a la dignidad humana y cristiana, en las que por desgracia se
encuentran tantos trabajadores a causa de la desocupación o de fatigas
extenuantes hasta el límite de lo que se puede soportar. Frecuentemente la
técnica moderna ha venido a ser, en vez de instrumento de promoción, mecanismo
destinado a aplastarlo hasta privarlo tal vez de sus atributos más sagrados e
intangibles. Como ya he aludido en la reciente Encíclica: "El progreso de
la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está
marcado por el dominio de la técnica, exigen un desarrollo proporcional de la
moral y de la ética" (Redemptor hominis, 15).
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