Necesitamos hombres que tengan un conocimiento profundo de los problemas del hombre y del mundo; pero tal conocimiento no se podrá detener en el nivel puramente humano y profano: deberá basarse sobre todo en la "ciencia de la fe", aún más, deberá surgir de una actitud precisa de fe, de un ejercicio activo de fe, que significa comunión y coloquio con el Verbo mismo de Dios, el Maestro que enseña y dicta ab intus: «El que es consultado y enseña es Cristo del que se ha dicho que habita en el hombre interior, esto es, la inmutable virtud de Dios y su eterna sabiduría» (San Agustín, De Magistro, 11, 38; PL 52, 1216; cf. Ef 3, 16; 1 Cor 1, 24)
[…]
no le es
lícito al Pueblo de Dios retrasarse, detenerse o retroceder. La Iglesia debe
caminar en la historia con los ojos dirigidos atrás (Ecclesia retro-oculata),
y al mismo tiempo hacia adelante (Ecclesia ante-oculata); pero sobre
todo fijos en lo alto, hacia Cristo, su Señor (Ecclesia supra-oculata): levatis
ad Dominum oculis... Efectivamente, de lo alto, de El, le viene la
inspiración, la fuerza, la resistencia, la valentía. Y, ¿cómo podrían quedar
inertes los miembros del Pueblo de Dios?
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