“El Creador ha confiado la vida del hombre a su cuidado responsable, no
para que disponga de ella de modo arbitrario, sino para que la custodie con
sabiduría y la administre con amorosa fidelidad. El Dios de la Alianza ha
confiado la vida de cada hombre a otro hombre hermano suyo, según la ley de la
reciprocidad del dar y del recibir, del don de sí mismo y de la acogida del
otro. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, encarnándose y dando su
vida por el hombre, ha demostrado a qué altura y profundidad puede llegar esta
ley de la reciprocidad.”
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