“"Todo hombre debe poder encontrarse con Cristo",
recordaba yo en la Encíclica Redemptor hominis
(núm. 13). Todo hombre, por otra parte, necesita de Cristo, también El hombre
perfecto y salvador del hombre. Cristo es la luz que, integrada en las más
diversas culturas, las ilumina y eleva por dentro. La verdadera fe no está en
contradicción ni aun con los valores religiosos de la religión de cada pueblo,
pues les revela la verdadera faz de Dios, que es Padre. La fe cristiana respeta
las expresiones culturales de cualquier pueblo, siempre que sean verdaderos y
auténticos valores. Pero dejar de transmitir a todos los hombres el íntegro
depósito de la fe sería una infidelidad a la propia misión de la Iglesia. Sería
no reconocer a los hombres un fundamental derecho suyo: el derecho a la verdad.”
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