“La parroquia, que es —según afirma el Concilio Vaticano II— «como la célula» de la diócesis (cf. Apostolicam actuositatem, 10), es precisamente el ambiente en el que el cristiano debe sentir la llamada que le dirige Dios, acogerla y realizarla: y en esto le ayudan ciertamente la fe y la vida de fe de toda la comunidad parroquial. Vida de fe que comienza en la familia, inserta dinámicamente en la parroquia, y que se desarrolla desde el bautismo hasta el encuentro con Cristo en la muerte, siguiendo el principio de estrecha colaboración entre familia y parroquia, que cooperan juntamente a la formación del cristiano consciente y maduro.”
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