(…) la restauración de la unidad entre todos los cristianos era uno de los objetivos principales del Concilio Vaticano II (cf. Unitatis redintegratio, 1), y desde mi elección me comprometí formalmente a promover la puesta en práctica de sus normas y orientaciones, considerando que éste era para mí un deber primordial.
(…)
¿No he dicho ya que resultan intolerables
las divisiones entre cristianos? Este sufrimiento debe estimularnos a vencer
los obstáculos que todavía nos separan de la profesión unánime de la misma fe,
y de la reunificación de nuestras comunidades separadas con un mismo ministerio
sacramental.
(…)
Hay que recordar aquí que el Concilio pedía que
se hiciera un esfuerzo especial en la enseñanza de la teología y en la
formación de la mentalidad de los futuros sacerdotes (cf. Unitatis redintegratio, 10).