"El deber de fomentar las vocaciones sacerdotales corresponde a toda la comunidad cristiana, que debe realizarlo sobre todo con una vida plenamente cristiana; a este respecto ofrecen la mayor aportación, por un lado, las familias que, animadas por el espíritu de fe, caridad y piedad, constituyen como el primer seminario: y por otro, las parroquias de cuya vida floreciente participan los mismos adolescentes" (Optatam totius, 2).
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