“Debemos detenernos ante el sufrimiento, ante el hombre que sufre, para volver a descubrir este vínculo esencial entre el "yo" humano mío y suyo. Debemos detenernos ante el hombre que sufre para testificarle y, en cuanto sea posible, testificar juntamente con él, toda la dignidad del sufrimiento, diría toda la majestad del sufrimiento. Debemos inclinar la cabeza ante los hermanos o hermanas que son débiles e indefensos, privados precisamente de lo que a nosotros se nos ha concedido y de lo que gozamos cada día.
Estos son sólo algunos aspectos de esa gran prueba que tanto cuesta al hombre, pero que al mismo tiempo lo purifica, como purifica a quien trata de solidarizarse con el otro, con el "yo" humano que sufre.
Estos son sólo algunos aspectos de esa gran prueba que tanto cuesta al hombre, pero que al mismo tiempo lo purifica, como purifica a quien trata de solidarizarse con el otro, con el "yo" humano que sufre.
Cristo ha dicho: "Estaba enfermo y me visitasteis" (Mt 25, 36).”
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